La poeta Mariela Cordero, nuestra colaboradora, esta semana nos presenta tres poemas de Jorge Palma (Montevideo. Uruguay, 1961) Ha publicado once libros de poesía: Entre el viento y la sombra, (1989). El Olvido, (1990). La Vía láctea, (2006). Diarios del cielo, (2006). Lugar de las utopías, (2007). La voz de tus ojos es más profunda que todas las rosas, (2018). El testamento de las mariposas, (2020). Papeles invisibles a la luz de la luna, (2022). Entonces noviembre, (2022). Sólo vine a mostrarte como late el corazón de un pájaro, (2023). En el nombre del Padre, (2023), Paraísos artificiales, 1990 (cuentos). Su obra está traducida parcialmente al inglés, francés, italiano, árabe, rumano, macedonio, húngaro, griego y alemán. Ha recibido los premios Accésit Premio Pilar Fernández Labrador, (2022), Salamanca, España, por el libro: Papeles Invisibles a la luz de la luna y el III Premio Rey David de poesía Bíblica Iberoamericana, (2023), Salamanca, España, por el libro: En el nombre del Padre.
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“He aquí el mar
el mar donde viene a estrellarse
el olor de las ciudades”
V. Huidobro
El nacimiento de la luna
Es negro el cielo
y las camisas
tendidas de un alambre
se arruinan
con este malestar
de pompas fúnebres.
En esta mañana inverosímil
(la mitad del cielo
llora a mares, en la otra
cantan dos soles, como jilgueros)
subo un escalón
me reincorporo.
Pesa en mi bolsillo izquierdo
un castor
y respira, debajo de mis ojos
una mañana limpia
de espaldas al alquitrán
derramado en los estuarios.
Me recompongo mirando el mar
partido como tengo el cuerpo
en siete partes desiguales.
La luna se pasea nerviosa
fumando por los pasillos
del océano.
Las ciudades de amianto
resplandecen como cirios
en las manos crispadas
de los muertos.
Y yo espero.
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Parafernalia
Esta mañana no me he
puesto las orejas
sin embargo
me aturde el mundo,
su multitud de sillas
maniatadas
sus colapsos en la bolsa
ese chirriar de dientes
entre zapatos nuevos
y billetes.
Pienso, con insistencia de toro:
¿De qué lado de la vida
quedó la vida?
La piel de leopardo
se cotiza en el mercado
al precio de un diamante.
Por el tobogán de fuego
se deslizan los besos apasionados
de los amantes
cayendo en desventaja sideral
con los días fríos que deambulan
sin patria
por las ciudades crispadas
repletas de escombro.
Ya nadie silba por las calles.
Y parece vergonzoso añorar
el cielo azul en calma
el sonido amarillo del trigo
el movimiento del agua
en círculos perfectos
cuando una piedra
es lanzada por un niño
desde la ventana iluminada de su cuarto.
La paloma que regresa
a la mesa puesta
trae en su pico ensangrentado
una cachetada del mundo.
Cómo puedo saber de qué lado
vendrá la muerte.
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La clase obrera no va al paraíso
La clase obrera no va al paraíso
viaja apretada en las vísceras de
un trueno o peor: entre el golpe
de alas de un relámpago, suelta
de cuerpo, atrevida de rostro
o semidesnuda.
La clase obrera cose las heridas
del cielo en los talleres del tiempo
también en los telares, soñando,
según quién lo lea y dónde, según
quién lo entienda, comprendiéndolo,
ya que puede ser la bandera
personal o la patria, el norte
de cada uno, la vida entera.
Según quién lo mire. Según se vea.
Aquí o en la China la clase obrera
no va al paraíso; viaja atormentada
en las vísceras de un trueno apretada
en las vísceras de un pollo
enmudecida en el aire sin alas
que de un golpe sin sonido
se esfuma en el aire
como un relámpago se esfuma
en el aire pesado de tormenta
y desaparece
entre los viejos telares
del cielo.
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