En la sección de traducción de Mariela Cordero, presentamos tres poemas de Kamanda Kama Sywor (Luebo, República Democrática del Congo, 1952). Poeta, novelista, ensayista, dramaturgo y cuentista, su visión política lo obligó a abandonar África y vivir exiliado en Europa. Ha escrito varios libros de poesía, teatro, novela, ensayos y cuentos de hadas.
Ha ganado muchos premios de literatura, entre ellos el Premio Heredia de la Academia Francesa. Tras publicar una primera colección de relatos a los 15 años, Kamanda estudió literatura, periodismo, ciencias políticas, filosofía y derecho, y trabajó en el periodismo. En 1970, participó en la creación de la Unión de Escritores Congoleños (Union des écrivains congolais). En 1985, Kamanda fue presidente fundador de la Asociación Africana de Escritores, de la que L. S. Senghor era presidente honorario.
Las obras de Kamanda se han traducido a numerosos idiomas, entre ellos el inglés, el japonés, el italiano y el griego. Este escritor ha obtenido varios premios y distinciones importantes, como el Premio Paul Verlaine de la Academia Francesa (1987), el Premio Louise Labé (1990), el Gran Premio de Literatura del África Negra (1991) y el Premio Théophile Gautier (1993) de la Academia Francesa.
En 2005, el Consejo Internacional de Estudios Francófonos (Conseil international d’études francophones) le concedió el prestigioso Certificado de Honor Maurice-Cagnon por su contribución única a la literatura francófona mundial.
Fulguraciones de estrellas que estallan
Los hombres se
descarrían a merced de sus miedos, velando cada día sobre las más antiguas
leyendas. Las soledades más abrumadoras deben ser saldadas. ¡Oh flagrancias de
seres! Recibo las ráfagas de agua de las lluvias torrenciales como si fueran
obuses.
¡Es en el equilibrio
sentimental donde está la cuestión! ¿Y qué hay de la fuerza del amor? ¿Existe
en el mundo una conciencia sin memoria? La pasión es un estimulante de las
visiones narcisistas. Los grandes abismos nos acechan en las amplias corrientes
de los vientos polares. Oh manipuladores del destino. La suerte está en lo más
alto de las esferas celestes, sin aliento, como una ola en la orilla. ¡Luchar!
¡Luchar! ¡Sueño infinito de toda presencia activa en los campos de la vida! En
mi alma sentí la fulguración de una estrella que estalla.
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Rito
atemporal
La belleza en el
crepúsculo de nuestras vidas se cansa de las edades. Los astros traman algo en
el cielo. Y cerca de nosotros una mano temblorosa se lleva el ojo de los
creyentes en medio del diluvio de amores.
El seductor es el arquitecto de las creencias probadas como el
predicador en trance de una puesta en escena depurada
¿Quién de los Dioses y
jueces puede salvarnos del desgaste eterno? La sonrisa en el rostro es efímera
como el tornado ¡El fuego que nos quema el alma por dentro no puede extinguirse
con una lluvia de sangre! La tinta de la desgracia siempre está teñida de
pruebas. Oh tú, desconocido celebrado en la intimidad mística y profunda de
nuestra fe, ¿quién eres?
¡Nuestros cuerpos que
se embriagan de placeres están llenos de roturas! Y verás, impotente, oh
espíritu sagrado, las virtudes sustanciales a las que tanto te aferras
evaporarse en el río esotérico del tiempo como lágrimas marchitas.
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La
Esfinge deificada
¡Amar! ¡Todavía amar!
Sin duda, sin miedo. ¡Voto de un alma en busca de florecimiento! ¡Oh, Esfinge
Deificada! ¡Lava mi angustiado corazón con las aguas del Nilo! No soy ávido de
los secretos del universo. Tengo fe, y tengo esta pureza de aurora removida a
fondo, por el reflujo de los vientos. ¡Oh, Amón! ¡Aléjame del terror de los
Imperios a la deriva! ¡Protégeme del colapso de las montañas y del embate del
mar! ¡Sujétame la mano en las paredes del precipicio! ¡No me abandones cuando
se alienen las fuerzas de las tinieblas! No hay espiritualidad salvadora, salvo
en la fiebre amorosa.
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Estos poemas pertenecen al libro La eternidad de los días. Traducción al
español por Mariela Cordero.