Un grano de polvo | Adrián Torres | Honduras




Omar Cruz, nuestro colaborador, nos presenta un relato de Adrián Torres (Choluteca, 1972), escritor autodidacta. Ha publicado las siguientes novelas: Sombras entre la tormenta, Toñito y Después de la pared. Participó en el IX Simposio de Literatura en el Centro Universitario del Litoral Atlántico (CURLA).

◣◥◣◥◤◢◤◢◣◥◣◥◤◢◤◢◣◥◣◥◤◢◤◢◣◥◣◥◤◢◤◢

Un grano de polvo

Un día, al despertar, luego de echar un vistazo por las persianas, Eleuterio supo que la mañana era hermosa, inundada por el canto de las aves. Días así hacían más llevadera su vida.
Se aproximó a la cabaña del bosque de su propiedad. ¡Cuánto amaba aquel espacio donde reflexionaba, leía y revisaba los trabajos de sus estudiantes universitarios.
Nostálgico por su recién jubilación, a Eleuterio, mientras contemplaba con los ojos agrandados, y una leve sonrisa, las ramas de los jazmines donde jugueteaban las ardillas, en medio de un coro de aves, evocó la pequeña aldea, próxima al mar, en que había nacido.
Como en éxtasis, se recordó caminando detrás de su padre mientras iban de pesca o a sembrar; él recogía cada instrucción, cada consejo que su progenitor esparcía al viento. Así supo de las corrientes marinas, las mareas, del movimiento de la luna.
Ahora Eleuterio era un hombre de sesenta y cinco años, viudo y padre de tres hijos casados.
Luego de esa evocación, se dijo:
“¡Quiero regresar a mi aldea, ese encantador lugar donde viví ocho años!”
Al siguiente día, metió sus pertenencias en un maletín, que subió a su carro; salió rumbo a su aldea. Frente a su casa, dejó el rótulo: "SE VENDE."
Al declinar el sol, llegó al lugar anhelado donde, después de más de una centuria se habían producido cambios, pero aún conservaba características de sus tiempos de infancia.
Al avanzar por un callejón, vislumbró un negocio.
—¡Buenas tardes, señor! –dijo Eleuterio.
—Buenas tardes.
—¿Sabe usted si alguien vende una casa en este lugar?
El interrogado durante varios segundos echó una mirada escrutadora a Eleuterio. Con voz seca y desafiante, dijo:
—¡Sí, señor!, mi hermano tiene en venta una casa cerca de la playa, pero aquí no se le vende propiedades a extraños.
 Sorprendido por aquella respuesta, Eleuterio rebeló:
—¡Yo nací en esta aldea, señor!, mis padres fueron Reginaldo Sánchez y María del Carmen; soy nieto de don Avelino Sánchez.
Aquel hombre tenía conocimiento de los nombres mencionados y, cambiando de actitud, presentó a Eleuterio a su hermano. Satisfactoriamente, ambas partes realizaron la compraventa. Ilusionado, Eleuterio experimentó haber nacido de nuevo.
Regresó feliz a la ciudad. Al llegar, encontró candidatos para vender su casa. Una vez hecha la venta, se despidió de sus hijos y regresó a su aldea, con una lancha remolcada.
Mientras viajaba, evocaba a su padre haciendo preparativos para la pesca y conduciendo la lancha hasta dar con los bancos de peces, que atrapaba en abundancia.
Avanzada la tarde, llegó a su nueva casa.
Entusiasmado, llevó la lancha a la playa al siguiente día, pero, al contemplar una franja espesa de basura flotante a lo largo de la costa, quedó apesarado; permaneció así unos minutos hasta que la voz de unos niños lo hicieron reaccionar, infantes curiosos que apartaron basura para que él introdujera su lancha en el agua, gesto que agradeció.
Al flotar entre tanta basura cobró más consciencia de que aquella contaminación era impresionante. Echó anclas en la desembocadura, tomó el equipo de buceo y se sumergió. Emergió conmovido; vio peces muertos envueltos en una capa viscosa y negruzca. Liberó a dos tortugas y una gaviota atrapadas en una red.
Consternado, regresó a la lancha. Navegó hacia uno de los puntos donde su padre lo llevaba a pescar.
Mientras se internaba mar adentro, Eleuterio se alarmó al ver emerger cerca de él una enorme ballena que atrapaba un cardumen con su fauce. Antes de sumergirse la primera, surgía otra ballena de igual tamaño; luego otra.
Alarmado, Eleuterio estuvo a punto de caer al agua. La inmensidad del mar tornó diminuta su lancha; comprendió que era una nada flotando sobre el lomo de la mole azul marina.
Desaparecidas las ballenas,
Eleuterio intentó ponerse de pie, pero no pudo alzarse sobre sus piernas de gelatina. Comenzó a sentir escalofríos. Buscó a las ballenas alrededor pero no encontró más que el incesante oleaje; extendió su mirada hasta donde el cielo se besa con el mar. Eleuterio no solo percibió el mar descomunal, también, la inmensidad del universo, su majestuosidad; sopesó el tamaño de algunos planetas y galaxias conocidos y desconocidos.
Hasta ese momento, pudo percibir con certeza la insignificancia del planeta Tierra marchando a la deriva en el espacio sideral, semejante a un grano de polvo flotante sobre un mar espacial, infinito e inconcebible.
Hundido en la reinante contaminación, se preguntó:
-¿Cuánto tiempo más soportará este grano de polvo semejante degradación?
Temblando y con dificultad, Eleuterio regresó a su casa; derrotado y triste, llegó a la conclusión de que sus nacientes expectativas de vivir el resto de sus días en su lugar de nacimiento habían sido aniquiladas. Así que, al siguiente día, enganchó la lancha al carro y salió rumbo a la ciudad. Enfrente de su casa se leía: "SE VENDE."

◣◥◣◥◤◢◤◢◣◥◣◥◤◢◤◢◣◥◣◥◤◢◤◢◣◥◣◥◤◢◤◢

Califica esta entrada:

0 votos

Print Friendly and PDF

Publicar un comentario

0 Comentarios
* Please Don't Spam Here. All the Comments are Reviewed by Admin.
Usamos cookies propias y de terceros que entre otras cosas recogen datos sobre sus hábitos de navegación para mostrarle publicidad personalizada y realizar análisis de uso de nuestro sitio.
Si continúa navegando consideramos que acepta su uso. OK Más información | Y más
Licencia Creative Commons
La revista En la Masmédula está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional
x

¡Hola! ¿Cómo puedo ayudarte?

Ir a WhatsApp