De parte de nuestro colaborador, Miguel Colomé, presentamos un relato de Fulgencio Ramírez Córdova (Cárdenas, Tabasco, 1988). Es Licenciado en historia por la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco (UJAT). Lector acérrimo de la mitología lovecraftiana. Ha empezado a crear su propio universo literario basado en mundos oníricos y prehistóricos.
El SEÑOR DESCARNADO
La carta de uno de los doce primeros misioneros que arribaron a las américas y que fue encontrada el 25 de diciembre de 1988, en una antigua biblioteca, en Villahermosa, Tabasco. (Nótese que faltan algunos párrafos y la carta comienza repentinamente, esto se debe a que en partes es ilegible, pero también pudiera deberse a que el autor en su nerviosismo y miedo dejó inconclusa la carta. No podemos precisar en qué momento la realidad, la ficción y el horror se separan).
16 de marzo
…Entonces, resultó que estando yo en completo estado de estupor por esta nueva tierra que se había descubierto y a la cual llaman Indias, fui enviado, junto a otros once apóstoles en señal de castigo y salvación, por la Orden de la Observancia para predicar el santo evangelio a los infieles, y digo “castigo” debido a la gran culpa que se me impuso por haber enseñado a mis feligreses aquella verdad que se anunciaba tras un pasaje dicho por nuestro amado señor Jesucristo en el Libro de San Marcos. Verdad, que a mí parecer era ocultada por la santa iglesia, y si bien yo no les culpo, pues mi señor Jesucristo trabaja de maneras misteriosas. Y prefiero la culpa y el castigo al venir a este mundo nuevo…(línea ilegible)
…y en parte por el conquistador Cortez pero que aún, en su opinion, quedaban tierras inexpugnables y de gran valor, sitios que nunca pie español había pisado.
Así pues, desembarcamos a las Indias el 19 de febrero de 1524. Recorrimos un largo camino, hasta llegar a un arrollo donde subimos a un pequeño barco que los indios llaman cayuco, el cual es una obra de arte, ya que esta hecho del tronco de un árbol, fabricado sin usar clavos o remaches como acostumbra nuestra gente.
Después llegamos a una ensenada, donde al descender del pequeño cayuco, vi pequeñas chozas de guano y ramas. Los españoles decían que había habido gente allí antes de nosotros, pero que por un antiguo rito que se practicaba entre los indios, aquellos hombres habían sido raptados para sacrificio. Según uno de nuestros acompañantes llamado José de Castilla, afirmaba que un indio le había contado de un dios al que se adoraba no muy lejos de allí. Según la descripción de José de Castilla, era un diablo abominable con el que los indios hablaban cara a cara cada cierto tiempo. Mis sospechas eran acertadas, sabía que una fuerza maligna y satánica tenía atada a aquella tierra llamada las Indias. Comprendí que predicar la palabra de nuestro amado Salvador en este lugar no sería tarea fácil. Pero no por eso rezongué ni maldije y mucho menos retrocedí ante tal presencia, sino que agradecí a mi señor Jesucristo el haberme encomendado tal misión... (fragmento ilegible, borroso).
19 de marzo
Días después de haber sido recibido por Cortéz, me separé para predicar el evangelio de nuestro señor, no sin guardas que me acompañaban y servían, dignos hijos de la Corona Española y de nuestra Santa Virgen.
No contaba con espadas ni armadura, tan solo podía confiar mi cuerpo material y mi alma a la cruz y a la oración, pues solo asi es como se conoce la grandeza y los milagros de la mano del Señor. Llevaba conmigo la biblia, un libro de salmos y escritos sagrados purificados por el Santo Oficio pues según se contaba, muchos diablos solían caminar en aquellas tierras, presentándose a los indios en diversas formas infernales, engañandolos con grandes prodigios y llamándose a si mismo dioses. Traía también por mencionar, un escrito de Pedro de Toledo en dónde mencionaba todo lo tocante al descubrimiento de la isla del Yucatán así como una brevísima relación de la destrucción de las indias escrito por Ricardo el calvo, y por último un documento sobre ídolos paganos en el nuevo mundo escrito por un tal Antonio Herrero Cabeza de Vaca. Así pues, me dedique en primer lugar a instruirme sobre la geografía del lugar, la comida, las costumbres y las creencias religiosas de los habitantes. Si pensaba inmiscuirme en su día a día debía conocerlos a fondo.
Al llegar el amanecer del día siguiente tome mi biblia, mi ánfora y mi cruz, y sin nada de raciones para mí alimento, solo en el nombre de mi amado Dios emprendí marcha para poder entablar amistad con los pobladores de aquel lugar pagano. Así solo me acompañaba una india y un soldado, pues los otros eran nesesarios en otras zonas debido a que trabajaban en alojamientos que se estaban construyendo.
Caminamos durante horas bajo un sol abrazador aunque por comida y agua no parabamos pues mi señor Jesucristo que es amor puro nos proveía de frutas y agua de la más cristalina. Dulce al paladar.
(Parrafo ilegible, probablemente por humedad)
Así pues ya llevábamos toda la mañana predicando la sagrada palabra cuando divisamos humo en una escarpada colina que se presentaba ante nosotros no muy lejos. Y al tratar de acercarnos observamos unos indios que avanzaban entre el monte, pero iban vestidos de una forma tan grotesca, asquerosa y alejada de Dios que es pecado que yo lo mencione aquí. Lo cual, sin embargo, y muy a mi pesar trataré de describ… (línea ilegible)
La columna de humo desapareció de golpe, una sensación de asco y repugnancia mezclado con resentimiento hacia esos seres… y digo seres porque ahora me niego a llamarlos hombres. El soldado que venía a mi lado empezó a vomitar, y posteriormente se santiguó y elevó las manos al cielo en señal de horror al observar lo que se nos presentaba.
Tan solo relato un poco de esta escena con mis palabras, aunque dudo mucho que se haga justicia a lo que ví en ese momento. Creo que no debo narrarlo a detalle por el gran pecado que cometería. Las náuseas me sobrevienen al recordarlo. Sin embargo me siento con la obligación de advertiros. Debo admitir que en aquel momento imaginaba que aquello era un sueño, una fantasmagória de mi cerebro embotado por el cansancio.
Ya les he dicho que estábamos próximos a una colina. A escasos cincuenta metros se lograba divsar una fogata rodeada de piedras…
Alrededor de la fogata bailaba un ser que tenía las patas con pezuñas y una piel rosasea parecida a la de un cerdo. Del torso para arriba era gris, y sus manos eran como de hombre. Su rostro no lo puedo describir, pues nunca antes había visto tanta repugnancia junta. Pensé en ese momento que se trataba de un traje confeccionado con partes de animales, pero en un instante mi mente desecho esa idea. Algo me indicaba que era algo más diabólico. Un ser antiguo... mucho más que la estirpe humana.
También tenía en una mano una rama de hojas y en la otra una especie de bolsa de cuero de la cual nunca supe su naturaleza o su funcion. El ser bailaba extaciado, frenético, emitiendo sonidos extraños en una lengua que yo no conocía
Alrededor de la fogata, junto a ese repugnante ser, bailaban los indios. Habían salido del monte un aproximado de doce o trece. Todos danzaban y se arrodillaban alrededor de la fogata... (Lineas ilegibles)
A un costado de ellos había un gran árbol, no lo recuerdo a mi llegada pero mi mente ya sabía que estaba allí desde hacía mucho tiempo. Inmenso, de hojas verdes y redondas. En sus ramas colgaban... (Línea ilegible)
¡Dios mío dame fuerzas!
Boca abajo sin piel… sin un solo centímetro de piel... y lo peor de todo era que esos cuerpos estaban vivos, y se retorcían. Habían sido desollados por completo y sus pieles se encontraban colgadas en las ramas. Logré observar que los indios, en un éxtasis de locura se las ponían, y asi, en un frenesí de horror continuaban con su baile, lanzando sangre a la fogata...
De pronto los canticos se elevaron más y más, y quedaron grabadas en mi mente algunas palabras que la india que estaba con nosotros tradujo, y que hasta hoy me atormentan en sueños.
“Cantad a Xipe-totep, cantad a Xipe-Totec, el señor descarnado”...
Yo ya había tenido referencias de este nombre. Era el nombre de un ídolo que se mencionaba en el escrito de Antonio cabeza de vaca. En dónde se decía que gustaba de sacrificios humanos, pero las ofrendas tenían que ser personas desolladas porque el demonio ascendía al parque de ceremonias vistiendo pieles como si fueran trajes de gala. Supe inmediatamente que la ceremonia se trataba de la adoración de este infame dios.
Observé la gigantesca fogata. En las brasas ardientes había otro ser nauseabundo que no tenía piel. Nos miró con ojos sin párpados… (Línea ilegible)…de esta tierra de demonios.
Vi con gran terror como llevaban a unos desdichados ante él. Cuatro en total de diferente complexión y rasgos físicos. Se trataba de soldados españoles… (Línea ilegible)
Repentinamente, el monstruo salió de la hoguera. Y pude verlo mejor. Media aproximadamente unos cuatro metros. En donde debían ir sus pies tenía garras como de águila, tenía una enorme barriga como si se asemejara a un gran sapo. Al no tener piel, su cuerpo me recordó a la de un reptil, con su hocico puntiagudo, maligno, satánico.
Salió del fuego como dije y tomó del cuello a uno de los soldados. Y le arrancó la piel con tal fuerza, que el infeliz soldado murió en segundos, desangrado.
Su cuerpo fue lanzado al fuego y las llamas se elevaron como si estuviese contento en recibir tal dádiva. El monstruo observó la piel recién tomada y la arrojó a la hoguera, en señal de desaprobación.
Después hizo lo mismo con los otros desdichados. Aquel demonio salido del mismo infierno... (Líneas ilegibles) y de pronto emprendí la huida. Como un loco, lo confieso. No se cuánto corrí. Ni siquera esperé a los que estaban conmigo. Les abandoné a su suerte.
20 de marzo
Escribo estas líneas avergonzado porque me olvidé de mi Dios, de mi Señor. Solo pensé en mi cuerpo material y huí de aquel lugar blasfemo. Oh amigo, que lees mi historia, sabe que huí porque el miedo se apoderó de mí, porque me había quedado absorto en aquella cosa maligna que había salido de la fogata. Dios, perdoname por abandonar al soldado que me acompañaba y a la india.
Creo que grité de terror y lloré en todo el trayecto de vuelta, y en mi locura llegué al arrollo de días anteriores, e intente buscar el cayuco... (Línea ilegible)
Llevó aquí dos días desde que hui de aquella colina en lo profundo de la selva. No he salido de mi tienda. He releído la biblia y buscado una respuesta en los escritos, pero las tinieblas se han apoderado de mí... sé que ese dios maligno vendrá por mí. Pero mi único consuelo es cuando recuerdo el pasaje de mi amado señor Jesucristo que dice " no temas por quien daña la carne temen a quien daña el alma” ...
21 de marzo
Es de madrugada. Escuché que alguien abrió la cortina de mi tienda. A sorpresa mía es el soldado que me acompañaba. Lo abracé llorando. Aún no despunta el sol. Me contó como logró escapar... Pero he mirado su rostro, lo he mirado detenidamente. ¡Dios mío! La piel de su frente se resbala, se cae en pedazos...
Ahora está a mi lado, sonriendo. Tiene su mano sobre mi hombro, y sonríe, mientras me indica que termine de escribir la carta...
Muy buen cuento. Es extraño e inusual.
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