El poeta argentino Carlos Vitale, quien reside en Barcelona desde 1981, nos presenta la sección "Poetas latinoamericanas en Europa". En esta ocasión leemos a Anabel Torres. Ella nació en Bogotá (Colombia) en 1948 y reside en Sanlúcar la Mayor (Sevilla, España). Ha publicado los libros Casi poesía (Universidad de Antioquia, segunda edición: Universidad de Nariño), La mujer del esquimal (Universidad de Antioquia), Las bocas del amor (Árbol de papel), Medias nonas (Universidad de Antioquia), Poemas de la guerra (Árbol de papel), En un abrir y cerrar de hojas (Editorial Prames), Wounded Water / Agua herida (Árbol de papel, segunda edición: Editorial Dúplum), Origen y destino de las especies: de la fauna masculina paisa (Editorial Pandora), Human Wrongs (Ayuntamiento de Calvià), (No) habrá tropel (libro de arte Indesit, segunda edición: Árbol de papel), ¿Y la alegría? (Ediciones Letra a Letra) y Amar (Editorial Difácil).
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EL BAZAR DE LAS MUJERES
Las palabras
vainas secas
debajo del árbol.
Alguien irrumpe,
¿Y qué es lo que has traído tú a este bazar de las mujeres?
¿Qué maceta sobre el sanitario,
cacerola llena, media rota, espera contabilizada en cuadros?
¿Qué uña de dactilógrafa,
clase nocturna,
aspiración de parecer más esbelta,
yunta remendada y firme, solsticio en eco?
Cuento para hacer dormir al hijo, libro no escrito.
¡Qué eco,
qué palabra,
qué grito!
Sale otro día.
Cae otro sol. Me niego a creer que es el mismo.
La muerte
no me ha enseñado nada de resurrecciones.
Llega otro frío
a disputarse mis miradas,
a enroscárseme en el tronco.
Antes de cerrar los ojos
me dispongo
a recoger y cobijar las vainas secas a mi alrededor,
y las arrullo
con la canción del viento tiritándome contra las hojas,
y todo cae bajo mi canto
mis muertos con mis vivos,
mis abonantes con mis abonados,
las mariposas con las orugas.
Antes de cerrar los ojos
yo florezco
y son mis flores
por un momento
las que iluminan a la luna.
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LAS BOCAS DEL AMOR
Llego al cuarto de hotel. Lanzo la llave,
el bolso, los periódicos
sobre la cama. Deshago la otra.
Hace calor. El sol chorrea por la ventana.
Estoy desnuda.
Cuando estoy sola como ahora
la piel adquiere
un tono amarillento,
como de libro sin usar:
calostro
derramado.
He visto mujeres y hombres
colgando de ganchos
en las blancas paredes de refrigeradores
metálicos, listos para la autopsia.
No he podido olvidar
el tinte amarillo naranja de sus pieles.
Jamás
por mi propia mano
me colgará el corazón de una percha.
Prefiero que éste vuele
y si no vuela,
que se arrastre.
La cama cruje
en el cuarto de enseguida.
Este libro que escribo
es un fraude:
estoy callada
y espero.
Espero callada,
vida,
quiero tu lengua en mi boca.
Quiero
las bocas del amor,
No quiero este cielo frío.
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EL SOL BRILLANDO ENTRE SUS VENDAS
Los hospitales siempre están abiertos.
La sub-corriente de la vida o la muerte
es mucho más fuerte
que la mera corriente del vivir.
Los hospitales nunca cierran. Sus corredores
siempre son paseados por la enfermedad
y por guardianes mal escogidos, usted o su vecino,
la desconocida o yo.
Todos hacemos allí turnos
desgastando la alfombra.
En la sala de espera
miro fijo hacia las flores.
De repente hay un ruido,
un movimiento. Los demás se levantan
– creen que es el doctor –
y llega hasta mí
en su silla de ruedas
el sol brillando entre sus vendas.
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Me parecieron bellísimos llenos de amor, nostalgia y esperanza. Felicitaciones
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