El poeta argentino Carlos Vitale, quien reside en Barcelona desde 1981, nos presenta la sección "Poetas latinoamericanas en Europa". En esta ocasión leemos a Laura Giordani. Ella nació en Córdoba (Argentina) en 1964 y reside en Valencia (España). Ha publicado los libros Materia oscura (Baile del Sol), Noche sin clausura (Ediciones Amargord), Antes de desaparecer (Ediciones Tigres de papel), Una lengua impropia (Ediciones del 4 de Agosto-Planeta clandestino), La infancia que nos aguarda (Ejemplar único, Colección Poética y peatonal), Manca terra (La Garúa Ediciones) y las plaquettes Celebración del brote (Zahorí-Poesía en minúsculas), Las varas del zahorí: poemas de la sed (Fundación Inquietudes) y Monte adentro [imantaciones] (Las hojas del baobab).
VIAJE ADENTRO…
Viaje adentro, al fondo, a ese barro primero
solícito para las manos, los algodones
tendidos en coincidencia con la herida.
Lo blando: refugio de las aristas
que nos duelen.
Viaje por los corredores
de la sangre, el andamiaje de calcio
que nos alza en rebeldía incesante
ante la gravedad.
Para ser polvo encendido en la frente
de algún dios, reconciliación
de puntos cardinales, fervor
que nos eleva a esa colina
desde donde podemos ver
la infancia que nos aguarda.
A DÓNDE VAN…
A dónde van a morir
los pájaros, sus pulmones
calcinados de vuelo por qué
sumidero celeste o anti-nido
se fugan, desde dónde
esa caída de estrella
discreta como la muerte.
Cielo y tierra se tocan
porque existen ellos
trazando esas líneas
invisibles que unen la sangre
al relámpago, la garganta
a la lluvia, las plegarias
de la madre al desastre
inminente.
Qué ciudad de hormigas
reclama su sombra, qué
viento se lleva sus huesitos
blancos, naufragados en la altura
hasta hacerlos transparentes.
En qué momento de nuestra ceguera
se desploman.
PORQUE EL AGUA…
Porque el agua se me fuga
y yo - pura sed- soy un zahorí
que remata sus varas.
Porque las palabras regresan de un viejo abuso
y ya no tienen fuerzas para escalar los labios.
Tendré que invocar una caída
en el umbral mismo del verbo
con la fe de todas las manzanas.
Saltar muy dentro, libre
al fondo de las cosas, deshabitar
la memoria, su ciudadela
adoquinada, su lacre, los arquetipos
rotos en las esquinas
ofreciéndome su cuerpo.
Dejar de buscar advientos
en el pan de ayer, las migas con que solía
despilfarrar el hambre, sacudir las cortezas
que ya no pueden recordar su savia.
No bastará con la poesía:
habrá que tener además
los huesos livianos de los pájaros.