El poeta Juan Carlos Recinos, nuestro colaborador, nos presenta una selección de poemas de Alberto José Destéphen Soler (San Luis, Comayagua, Honduras,1968). Hondureño, originario de San Luis, Comayagua; Ingeniero Electricista Industrial graduado de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH). Msc. en Matemática Educativa de la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán (HN), con estudios en la carrera de Física de la UNAH. Entre sus libros destacan: Raíces Nocturnas (1998), Palabras con Tierra (2002), Manzanos del Edén (2005), La Cortesana (2008), Rugidos y Cantos de Pájaros (2010) del cual ha producido un CD musicalizado de Poemas Seleccionados. Salve Invierno (2015) con CD musicalizado. Instantes Infinitos (2019) y el libro de narrativa Memorias de San Luis, pueblo de grandes luchas, trabajo y dignidad escrito junto a Nancy Lara Smart (2019), Telegramas del Mar (2022).
En el umbral, Ulises.
En la hendidura del tiempo
incesante en el subconjunto del cosmos;
en un punto,
implora el desdoblamiento en otro.
En el minuto cero
parte Ulises;
sucesos en paralelo de su éxodo en
conductos curvos.
Penélope es la noche.
Ulises distante.
PENÉLOPE en la noche del instante;
la promesa en el corazón,
duerme en la espera.
Por túneles,
Ulises a la velocidad de la luz;
su hijo TELÉMACO distante.
PENELOPE fiel de la noche en el corazón,
a la promesa de la eternidad de las palabras
sumergidas en el cetro de lo infinito…
En un espiral,
la copa de Ulises resistiendo los embates del
mar,
es el portal de las infinitudes.
En la noche de Penélope,
cada noche,
es la noche mía
y de Penélope el portal,
lejos del futuro
de la noche de Ulises.
En el umbral Ulises.
El software del mar de Calipso
navega sus neuronas;
desguarnecida la química del cosmos,
enlaza electrones,
desdoblado en moléculas,
al multiverso de los besos de la fidelidad.
En ignición posibilidades futuras;
el poniente de Calipso
y su ventana de sortilegios.
Penélope al otro lado de la noche.
Calipso en la arista de la noche
con la promesa en el corazón,
espera la furia del mar en la eternidad.
TELÉMACO envejece en la memoria de Ulises;
PENELOPE cierra los portales,
los mundos paralelos del corazón;
cumple la promesa de la eternidad de las
palabras sumergidas
en el cetro de lo infinito…
En un espiral,
la copa de Ulises
rebosa los embates del mar, es el portal de
la noche de Calipso.
La noche de Penélope
cada noche,
es la eterna noche,
son los pretendientes de Penélope los
portales,
LEJOS del futuro de la noche de Ulises.
La
luz se llama a sí misma
Engarzada la noche en
el vientre de
multicuerdas
la luz en sí misma
sueña un infinito sueño
en sucesiones de
números perfectos/ la
belleza.
Soplo imperecedero,
el ojo de las palabras
se divide en longitudes
de ondas,
mundos invisibles,
grafías magnéticas de
incontables
ambiciones,
de innumerables lunas y
soles en sus rutas.
Ecuaciones oscilantes
en el olimpo de la
oscuridad,
poesía primaria de la
belleza,
la fuerza del péndulo
eterno
sostiene las
irradiaciones en explosiones
y predice
los prófugos espejismos del mundo
Afrodita y la angustia
de la ausencia,
el infierno
es entropía de polos
distantes;
convergen los
viñedos,
los juegos de los
árboles de la incertidumbre
a la merced del álgebra
matemática
de los poliedros del
universo.
Los sentimientos son
geometrías
emergiendo del agua de
los mares;
el cosmos
jubiloso de estallidos
continuos
en el altar de los
prismas
de las incertidumbres.
Árbol
Infinito
Juegos y amores de átomos,
diminutas particiones,
rompecabezas de historias de guerras y
crueldades;
ínfimas leyendas cuelgan de cadenas y
sueños,
palabras electromagnéticas;
aparecen los mares de múltiples posibilidades,
letras y números.
Todo en los dados de la incertidumbre,
caos en las palabras,
materia primaria,
ecuaciones de la ternura esbozadas,
escritas en los libros de los mundos.
Postmodernidad del Big bang de la nada,
de la locura,
del sentimiento de lejanías;
ir de las polarizaciones de la angustia,
del movimiento de átomos atraídos por otros
átomos.
Soñamos el futuro,
la perfecta ecuación de la alegría,
bits de las expectaciones,
de ser inciertos,
de sentir el aliento,
el calor de subir las escaleras,
el espacio- tiempo,
la infinitud,
el agujero negro que consume el bien primario
de inclinarnos a los sacrificados,
estacionados en mil pedazos,
en “n” partes de Dioses
postrados al misterio,
incrustados en los ínfimos mundos de los quarks,
en el sempiterno retorno de hacer y deshacer el
mundo en un instante.
El mundo,
milagro del caos,
toma un sentido al hundir nuestros empeños
en
desordenadas combinaciones,
la incertidumbre corona nuestro caminar en pasos
leves,
en el miedo,
la angustia,
la soledad,
el calor conjugado en nuestras esferas de
niños
perdidos en los templos.
Los dioses en el absurdo;
olvidamos el principio del primer segundo. El
árbol embebido muestra su forma,
su leyenda,
el agua corriendo por los ríos;
es el ser,
la luna vigila
mientras las estrellas
son las
piedras rodantes,
códigos de moléculas,
reacciones del alma en particiones,
seguimos sumando los caudales,
el rompecabezas de multimundos en
círculos flotantes.
En las evocaciones de lo ocurrido,
las palabras son el eslabón de multiversos,
armar palabras,
combinar la alquimia de los sueños,
la fuente divina,
el abracadabras para experimentar los sueños,
las ficciones de los secretos,
de empuñar,
de saltar tridimensiones que derrotan la
esperanza,
mutilados por el ardor del tiempo que consume
nuestra energía
y el ánimo de otra ecuación resuelta.
El ardor sube a nuestras espaldas,
el sinsabor,
la angustia,
la desesperanza donde caemos destronados en la
nada.
La palabra es el amuleto de la condena,
el caos de unir las 4 fuerzas,
la topología de las particiones
que se hicieron en el primer big bang.
Las hojas en blanco de tu luz
¿Y tú dónde estabas,
donde reinabas en los
primeros minutos de
acaecida la divina explosión?
¿Qué átomos reunidos
fueron haciendo tu
rostro,
tu cuerpo,
donde caen una por una
las hojas del otoño?
¿Estabas cercana a las
ecuaciones de las
hojas en blanco
que la divina Venus
consagró
a tus pies flotantes en el Helicón?
¿Surgiste de tiempos perfumados
en las liras de los Dioses
del deseo eterno de Artemisa?
Desterrado de los
átomos primeros
indago la historia del fuego,
ausculto la fuente de
los himnos secretos. ¿Cómo alcanzar los diamantes del alma
prófuga,
la alquimia escondida
en los bosques de los
gnomos,
la piedra filosofal de las dudas y los
temores?
Rodando en los días de
Júpiter en el
Hades,
clamando piedad,
ofreciéndome sumiso
hasta calmar las ansias,
subir la
escalinata entre las separaciones de los átomos,
guardado en el grito añejo de un odre
con el secreto de la ternura de los cristales
y la pompa de la música celestial de los
astros.
Transgredo el silencio
del tiempo
con la página en blanco,
en el suplicio de la
dicha
sosteniendo la
providencia
frente a los palacios
de tu prodigiosa
beldad.
Color
del Tiempo
Extendido en el movimiento preciso de los
soles
entro a tu cuerpo,
las ventanas se abren,
los arboles respiran mi jadeo.
En nubes grises ingreso a tu aroma;
el universo gravita horizontal en tus
espaldas.
Es un espejismo
el cuento tridimensional de la materia.
Puedo emerger en infinitas ventanas
con solo explicar tu nombre.
Brotan las flores,
los mares, los ríos.
De la NADA,
los planetas circulan en tus órbitas,
sin gravedad en los ángulos de tu necesidad que
no existía;
en tu mirar se postran los Dioses en el reclamo
de mi justo ángulo.
El big
bang del universo creciendo en la
Inmensidad;
persiguiendo tu humedad,
recorro los mares futuros del mundo,
en las profundidades.
Incertidumbre de las infinitas posibilidades
y las grietas en el pecho del universo.
Fatigado en las leyes de la polaridad,
Inauguro el festejo en la memoria de los
besos
y la plenitud anaranjada
de este dodecaedro.
Existo,
recuerdo el más alto bien,
el clímax de la persistencia.
Los portales de Alicia
Encontrar la varita mágica de los sueños,
sumergirse en el País de las Maravillas de
Alicia,
traspasar los tiempos en un agujero de gusano;
regresar al niño de las canciones eternas.
Sí, pequeñito con el barro en las manos,
con la luz perfecta de aventuras.
Volver en la memoria,
con los sueños de los juegos
/alma;
los barcos zarpando a las calles de piratas y navegantes...
El océano inmenso del cerebro dilatado,
nutriendo el milagro de la existencia de los niños
en las tardes de rojizos cielos,
las incontables tormentas de invierno
sacudiendo las campanas del espectro.
Venus en el mismo mar que soñé.
La noche separa el magnetismo
de los cuerpos impetuosos
de vehemente deseo,
la luna acrecienta su acrisolado rostro,
el viento silba su sinfonía
en los techos de tragedias;
el alma tendida en gravedades
y hondos mares.
La antimateria aniquilada al cruzar las calles
de la ausencia.
La música aletea en sus evocaciones,
los vacíos se calcinan en la afonía,
la noche no tiene motores;
es la desesperanza sin sus besos.
El sol es una estrella roja
que viaja a los rincones infinitos;
un agujero negro cruje en desvarío.
El tiempo embebido en la memoria,
despliega lo apegado en las entrañas,
la turbación de la distancia,
los segundos reúnen lo eterno;
repletos en mares de desesperaciones,
la agonía = noche,
el amanecer es el despertador,
el sollozo de sus vocablos.
Yo era un
número finito,
el interior
de una noche,
cuando te
conocí.
Desembocaba
en tantas orillas,
recorriendo
épocas
y tiempos inmemorables,
mucho antes
que la nebulosa fuera.
Reinventaba
al Dios Apolo
quien no
perdía de vista
los
anaranjados
limbos del
otoño.
Existía
dentro de esta esfera
hacía miles
de soles,
al otro lado
de la formación del agua;
alrededor
del libro de la existencia
y las curvas
del tropiezo.
Subsistía
en el lineal
tiempo de la desesperación,
en la
distorsión de la angustia
por tu
cuerpo.
Tú estabas
en el universo paralelo
de mis
pretensiones,
donde
respirabas mi angustia,
mi luz, mis
partículas,
mis moléculas...
lejana,
a la otra
orilla de mi caos;
a la orilla
de la inconvexidad delirante.
Yo sofocaba
las ambiciones
recorriendo
galaxias
para
conseguir
los espacios
de tus piélagos.
Descubrí las
fuentes
que
germinaban de tus costillas,
el secreto
del tiempo;
el
padecimiento amarillo,
el árbol de
la vida...
el vino que
consume eternamente
la desolación.