El poeta argentino Carlos Vitale, quien reside en Barcelona desde 1981, nos presenta la sección "Poetas latinoamericanas en Europa". En esta ocasión leemos a Bernardita Maldonado. Ella nació en Loja (Ecuador) en 1969 y vive en Barcelona (España). Ha publicado Biografías de pájaros y Con todos los soles lejanos (ambos publicados por la Casa de la Cultura Ecuatoriana).
DONDE TODO ES BLANCO, el fragmento no puede ser más que blanco, blanco el estallido entre párpado y pupila, blanca la invisible existencia de dios, blanco el punto donde la extensión se comprime y dios desaparece, blancos los márgenes de las páginas y su territorio aterrador, blanco el frotamiento de sílex contra sílex, blanca la piel tensada de un búfalo blanco, que es la eternidad, blanca la mordedura con que aprieto el anzuelo de la vida que se enmaraña en el blanco cabello de una anciana que en una isla jónica planta cerezos blancos y desaparece en la totalidad de un blanco / blanco, blanco radical donde nunca paran mis ojos de asombrarse de la ausencia blanca de un dios blanco.
TORTUGA
mañana no será tarde ni temprano
no seré ni joven ni vieja
mañana tortugaré todos los lagos
de este y del otro mundo
mañana mis párpados se impregnarán del rocío de las lechugas
y podré dormir
sobre fangos sagrados
mañana no me elevaré
no hundiré mi panza
ni esconderé mi caparazón
no fingiré ser rápida como potra que sabe a dónde va
mañana no entenderé los lenguajes de los semáforos
mañana no tendré prisa
me detendré en las telarañas y virutas de las puertas
mañana seré más lenta que una tortuga lisiada
mañana
cuando los escudos de algas
no se enredan más en los tobillos de las ahogadas.
ESTE CUERPO QUE LLAMO MÍO
Este cuerpo que llamo mío
que sostiene mis actos y mis palabras,
habitante entre congéneres del mundo visible,
que en posición fetal alcanza el sueño.
Cuerpo enumerado
como se enumeran las jaulas de los pájaros,
cuerpo que no está dibujado en la pared de Lacaux,
médula, cabellos, huesos
que no recibieron una ofrenda de milenrama en Shanidar,
pero que guardan dibujado en el pecho una culpa arcaica.
Este cuerpo mío como
que como un marsupial guarda neonatas palabras,
y salta murallas coronadas con afilados cristales;
este cuerpo mío
que enfila con otras hormigas su carga matutina,
y que a veces escapa de su camino
para pasearse por las antiguas comarcas,
donde un guerrero maya perdió su batalla.
Este cuerpo mío
que apenas se hace perceptible entre las cosas,
que a veces se empequeñece, más todavía
para escuchar lo que susurra la cebada
y otras veces se vuelve sombra
buscando esquirlas luminosas
que no duran más
que el instante de arena en el bostezo del desierto,
ni más que el estertor de un pez entre las manos.
Este cuerpo de fatiga mular,
solo acogido por las rosas minúsculas
que se mecen al filo de todos los abismos,
en los que cada día suscribo mi reino.