ODA A MARÍA FRANCISCA
I
Me siento cansado de pensar en ti.
Mi corazón se olvidó de tu amor.
Ya no hay dolor. Se abrieron los campos
para volver a vivir con una enorme fuerza:
recibo la tierra nueva, fértil y con ganas de
producir.
Tu nombre es un susurro en este sembradío.
II
Con alegría empieza la temporada de lluvia.
Los campos se enverdecen. Las mariposas vuelan
entre las flores junto con las abejas.
El ruido del viento anuncia una tormenta.
En el campo, los maizales tienen elotes
formados como soldados:
el amor se desgrana en silencio.
III
Todo estaba en silencio. Las nubes taparon el sol.
Tu nombre fue un adiós a enero. Gotas de agua
como si fueran un concierto de música
deambulan hacia tierras lejanas.
Perdí tu amor. No hay culpable.
No es necesario avergonzarse.
En el futuro, tú y yo,
somos dos colores diferentes.
IV
Nada se compara con el sabor de tus labios,
ni siquiera la miel que libo de tus cuencos.
Todo mi cuerpo es un fruto para ti.
Tus mordidas son pequeñas
y dejan su marca en los días
como un fósil en la piedra.
Pétalos de rosa bañados en la luz
que se filtra del mediodía
tienen la forma de tus labios cuando se entrelazan.
La naturaleza de las cosas
es imitar lo que mis ojos ven.
Tus labios: dos mitades del mundo.