Presentamos tres poemas de Mariana Pérez Villoro. Ella estudió medios audiovisuales en el Centro de Arte Audiovisual, escritura en la Sogem y guionismo en Vancouver Film School. Obtuvo el Premio de mejor guion de cortometraje por Acto de magia en el Festival Internacional de Cine de Guanajuato y el Apoyo del PECDA del Estado de Jalisco por el proyecto Antenas con el guion Lejos de Kansas. Ha trabajado como guionista en diversos proyectos audiovisuales, impartido clases de escritura y coordinado talleres literarios. Algunos de sus escritos han sido publicados en soportes impresos y digitales y compartidos en festivales y lecturas nacionales e internacionales. Es autora del libro Solo la tierra sola (Mantis Editores) y coautora del libro colectivo Claro de lunes (Editorial La Casa del Mago). Su poema Fenómeno vacío de existencia inherente y sus libros Luz natural (poesía), Claroscuro (relatos breves), Desventuras fantásticas (microcuentos) y Las semillas del árbol rojo (cuentos) pueden encontrarse en formato digital en el sitio web (www.marianaperezvilloro.com). Algunos de sus poemas están incluidos en las antologías Extática (Editorial Salto Mortal) y Tiempo de mujeres (La Zonámbula).
Crédito de la foto: Javier Narváez
MARINOS antepasados
desaguan de sus garrafas
el fino sabor
de la sabiduría.
En tiempo futuro
lo recibimos los descendientes.
Hebras de néctar
trazan un mapa
en nuestra piel
apenas tocada por la humedad.
Vierten sus resonancias
para viajar a salvo:
inscriben los símbolos
de orden sonoro
en que ha de tomar refugio
la flaqueza.
El timonel que irá en nosotros
a través del temporal
derrama sus trazos.
Eslabones
precursores y sucesores
del linaje
abrevan
para orientarse.
EL CAPITÁN empujará los remos
para sacar a su tripulación
de la melancolía.
Su enseñanza:
equipo náutico que determina
la posición
velocidad
y rumbo.
Cuando el océano se turbe
la nao será el refugio
sumergidas las anclas
hasta el sosiego.
Él y sus ancestros son los guardianes
de nuestro navío.
A veces
podremos verlos: apariciones
del otro lado
de las pupilas turbias.
Navegantes del tiempo
hemos de seguir la senda
de aquel que hizo la predicción:
izaremos las velas de sus palabras
para zarpar con el impulso
de su sonido.
LLEVAMOS en el equipaje un resplandor
que habremos de sacar
cuando la marea acreciente
y en las manos
vacilantes todavía
un compás.
La aguja persistirá
en su condición de flecha
mientras existan las circunstancias
dentro del círculo.
Descansando la esperanza
en la ciencia
al levar anclas
pondremos la mirada
en la profecía
que tararean los peregrinos:
la odisea por levantarnos
será la auténtica reverencia.
El tamaño de la embarcación
evidencia la magnitud
de nuestra travesía:
cruzar
el desconsuelo
para elevarse a otro canto.