Presentamos cinco poemas de Juan Carlos Villavicencio (Puerto Montt, Chile, 1976). Licenciado en Lengua y Literatura Hispánica y Magíster(c) en Literatura General, en la Universidad de Chile. Poeta, traductor y editor de Descontexto Editores. Editor de la antología crítica Nostalgia de la Tierra (2013) y de la antología Libro de homenajes (2015), ambas de Jorge Teillier. Editor, junto a Carlos Almonte, de antologías de Rolando Cárdenas, Clemente Riedemann, Víctor Rodríguez Núñez, Carlos Cociña, Juvencio Valle, Teófilo Cid y Héctor Viel Temperley. Traductor de Georg Trakl, T.S. Eliot, Fernando Pessoa, Antoni Clapés, Sara Teasdale y Jerome Rothenberg, entre otros. Ha publicado los poemarios The Hours (2012), Breaking Glass (con Carlos Almonte, 2013), Oscuros ríos (2018) Visiones de María Magdalena (2020), y del texto dramático Antígona en el espejo (2021).
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Desnudas huellas por el musgo
(Canto muerto a mi hermana Coté i a
su risa ausente)
Dejé los montes y me vine al mar.
El eco de sus horas se adivina.
Reitera el viento su sonrisa de
vidente amante
i
la nostalgia del destino en contra de su piel,
i las raíces.
Hay duendes perdidos ahora sin sus
manos en el fuego.
Hay ausencia de sus trazos i hay
reflejo entre la tierra
que no es más i no entendió.
He ahí ella en el jardín gritando su
sonrisa
i
la traición insoportable a las esferas.
Pero hay dioses i hay amigos
guardando
tus huellas por el aire.
Hay sátiros i ninfas sonriendo a la
espera de tu voz
asomada
en la luz del sol o de tus noches,
insistiendo en verte repetida en las
hojas de todos
los
manzanos i en tus ojos ahora fríos,
que empiezan a entibiar.
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Sin reflejos una duda
Nada
indigno puede caber jamás en el santuario de su cuerpo.
Si la maldad habitara esa hermosa mansión,
también la bondad querría morar en ella.
William Shakespeare
Un nuevo esbozo de pintura
trazado en un océano,
lo hace retornar al recuerdo de esa isla perdida donde está.
Ahí debe dormir, mientras él,
cubriéndola de otoños,
intenta descifrar los tatuajes viajando hacia sus ojos,
bajando,
más atrás.
Una caricia resbala como una cascada de pinturas
por su
sangre,
o una caja liberando esa música que la devolvería
a
reconocerse frente al templo que es su luz,
ahora
oculta.
Pero él no sabe entre muros i palabras
cuáles son
sus huellas por el prado,
antes que amanezca,
ni cómo abraza o si lo mira ciego lanzando dados más allá.
Sólo va dejando líneas rojas sobre el bosque de sus vuelos,
iterando el suave baile de esa figura abriendo puertas
i entreveros
del ayer. Escondida,
ella roza en otro mundo cada escena que él le entrega,
inventando o recreando, otra vez,
en el agua la silueta vista reflejando su verdad i no mentiras.
Cuál es cuál.
2005
Oscuros ríos
Oscuros
ríos.
Oscuros ríos
de la patria.
Oscuros ríos
del cosmos, la palabra, del respiro.
Panta rei, un oscuro río que no termina de nacer
ni de sangrar, que no deja de
doler ni de morir.
Oscuros ríos que son fuego,
pero que cargan en esta era la
vergüenza
de los crueles,
tan cercana ahora a lo
invisible deviniendo
por la muerte a traicionar
nuestros
sentidos i raíces.
El fuego que
ha sido traicionado
las cenizas
oscuros ríos
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Cantus in Memoriam Chris Cornell
I know all your graces
someday will flower
in the sweet sunshower
Hay
la voz i un abismo interminable
de flores negras sobre el césped
i
una
tumba
abierta
esperando húmeda
otra vez
al fuego que no cede.
Arenas
como horas o siglos tatuados
carentes de toda compasión.
En
un jardín de lágrimas nace un sendero
hacia el acantilado.
Aguas
i duendes muriendo i renaciendo
bajo
la
garúa
que cae abrazada por el sol
en
esta brutal i hermosa
guerra contra
el tiempo.
Una
barca al final del horizonte.
– crescendo –
Todo
lo que seremos lo somos ya,
sangre i tierra en un puñado de
estrellas silentes.
Volverás
a florecer de colores sin perdón.
18 de mayo, 2017
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«Podría ser en Berlín…»
Podría ser en Berlín
en una casa moderna i elegante
en 1961
mientras llueve
i la madera permite ese reflejo
que sólo una chimenea puede dar
todo esto en medio de la foresta
cerca del Teatro del Bosque que fuera nazi
o en una isla
bajo una escotilla
donde alguien escucha un vinilo
reiterando sus horas i rutinas
evitando que el mundo acabe otra vez
o en las calles de un antiguo barrio
donde se fragua el universo
la ruta de cada estrella por la oscuridad
como fueron las huellas de esos niños sobre el prado
la gama de colores de nuestro infierno i paraíso
si supieras que
el barista del café sopló a Bolaño en sueños su 2666
el hijo del contador que decide el flujo de las bolsas
las familias / el sabor de las comidas i del whisky
escribió las jugadas de Pelé, Maradona i los mundiales
también
la caída de la lluvia
esas dos gatas el ritmo que posee el viento
i la
ternura de los seres con un mantra
esa
vecina que guarda tanto el abandono i la inocencia
como el logos /
los taninos del paisaje
en un conserje anciano la historia / los cálidos
latidos
–los
brazos en alto– / los frutos de la tierra
en uno nuevo los nombres de las cosas / la bondad
i el peso
de la crueldad de un asesino
en esa planta frondosa el brillo de nuestro sol
ardiendo
en esa flor los asteroides que fugaces cruzan la
atmósfera
o
dejan sus cráteres en lunas i planetas
esa señora con bastón tanto la sonrisa de la infancia
como la delicadeza del otoño
ese señor canoso guarda lo cursi i la timidez
de
las ardillas en los parques
en la mirada de esta mujer cohabita el amor i la pena
de cada pueblo // la frecuencia de las radios
el
lenguaje del arte i la ciudad.
Si supieras que toda la oscuridad habita en un solo
corazón.
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